El ácido hialurónico es una sustancia que se encuentra de forma natural en numerosos tejidos y órganos del cuerpo humano: epidermis, tejido conectivo, cartílagos, líquido sinovial, ojos, etc. Una de sus propiedades más importantes es la capacidad para atraer y retener el agua, lo que hace que esos tejidos se mantengan en buenas condiciones.
Ocurre sin embargo que en el proceso de envejecimiento su presencia en el organismo disminuye progresivamente y, como consecuencia, la piel pierde hidratación y, por tanto, elasticidad y firmeza tornándose más fláccida y abriendo así la puerta a la aparición de arrugas. También ocurre otro tanto en las articulaciones, de modo que los cartílagos se hacen más rígidos, pudiendo romperse y hacer que se sienta dolor con cada movimiento a causa del roce entre los huesos. De hecho, hay que señalar que a la edad de 50 años en el organismo sólo queda la mitad del ácido hialurónico corporal.
Pero es precisamente su capacidad para atraer y retener el agua los que lo ha convertido en uno de los productos estrella de la cosmética, la medicina estética, aunque hay que decir que también ha generado su uso en diferentes tratamientos y terapias de la medicina regenerativa y traumatológica y otros ámbitos de la ciencia médica.
Muchos de los productos cosméticos que se comercializan en la actualidad contienen ácido hialurónico obtenido por síntesis. Su función es la de penetrar en la piel, mezclarse con el ácido hialurónico natural y, de este modo promover la producción de más cantidad de esta sustancia, además de favorecer la formación de colágeno.
Sin embargo, el que más se ha de tener en cuenta es el utilizado en la medicina estética o en el tratamiento de determinadas patologías articulares. Se trata de un producto inyectable que se presenta en forma de gel y se inyecta en las zonas a tratar. Hay fundamentalmente dos tipos:
La función de los cosméticos, al margen de otros efectos teóricos, es básicamente la de mantener una buena hidratación de la piel, incluso en sus capas más profundas, de modo que se mantiene el grosor, el volumen y la tersura de la misma. Puede servir para evitar o retrasar la aparición de arrugas o también tratarlas cuando éstas están su fase más incipiente de aparición.
Sin embargo, en el campo de la medicina estética ha supuesto una verdadera revolución en el tratamiento de las arrugas, hasta el punto de sustituir en muchos casos a la toxina botulínica (botox). Se ha demostrado clínicamente que cuando se aplica mediante inyección intradérmica el ácido hialurónico estimula y activa los fibroblastos incluso en personas de edad avanzada, lo que supone que además de proporcionar un mayor volumen a la piel también se estimula la formación de colágeno. De ahí que en la actualidad este tratamiento se esté utilizando para eliminar ciertas arrugas:
Las particulares propiedades del ácido hialurónico han abierto un campo cada vez más amplio de aplicaciones en el tratamiento de diferentes patologías. La primera de ellas se refiere al tratamiento de enfermedades degenerativas de las articulaciones como la artrosis. En este caso es cada vez más frecuente la realización de infiltraciones de esta sustancia con una doble finalidad: reducir el dolor y lograr una apreciable regeneración del cartílago.
También se utiliza para sustituir el líquido sinovial que se pierde en la realización de artroscopias. Asimismo, en el deporte de élite se usa para recuperar con mayor rapidez las lesiones articulares (tobillo, rodilla, etc.).
En odontología se utiliza para mejorar la cicatrización y regenerar las encías y la mucosa oral, así como en el tratamiento quirúrgico de la disfunción de la articulación temporomandibular. Otro uso incipiente es para el tratamiento de la cistitis intersticial, mediante su introducción en la vejiga. Igualmente se sugiere que puede tener utilidad para tratar problemas cutáneos como la lipodistrofia, ya sea originada por terapias con exceso de esteroides o por el tratamiento antirretroviral de las personas infectadas por el VIH.